El cuidado del anciano hospitalizado plantea al terapeuta diversos y complejos retos para los cuales es necesario estar preparado de forma técnica y logística con el objetivo puesto en una asistencia óptima. En este contexto, la atención se debe dirigir no solo a solucionar una patología orgánica aguda, sino, y quizá lo más importante, al mantenimiento de la capacidad funcional durante la hospitalización, a evitar complicaciones adicionales y a la reinserción adecuada a su entorno. Los parámetros tradicionales de valoración de la mejoría del estado de salud de los ancianos como la evolución clínica o la "normalización" de los exámenes de laboratorio resultan insuficientes en la mayoría de casos. Se imponen otros indicadores que evalúen tal dinámica: la esfera psicológica, la autopercepción de la condición de salud, la carga emocional del cuidador y el deseo a la readaptación al ambiente ...